Mucho se puede hablar sobre el perdón, así que divido este artículo en 5 partes:
1. El olvido
2. ¿Cómo perdono?
3. Pedir perdón
4. Pedirme perdón
5. Una razón para no perdonar
1. ¿Para perdonar de verdad se necesita olvidar?
Considero importante empezar haciendo esta aclaración, porque veo que surge mucho esta duda.
Perdonar es algo que está en nuestras manos. Olvidar es algo que no depende únicamente de la voluntad, sino de los procesos neurológicos.
Dicho esto, ocupémonos del perdón que, aunque no implique olvido, es MUY poderoso.
2. ¿Cómo perdono?
Para mí el primer paso para perdonar es hacerme responsable de revisar si la historia que me estoy contando sobre los hechos que me afectaron tiene otra posible mirada.
Es decir: soltar la creencia de que tengo la verdad absoluta y hacer conciencia de que puede existir una posible explicación diferente de lo que pasó, que no estoy viendo.
Hacer esto puede llevarme a conclusiones que le quitarán poder a mi versión de los hechos y por consiguiente a mi sufrimiento. Y para eso hay que tener voluntad y disposición, pues tendremos que sacarnos nuestros zapatos y ponernos en los de los demás.
Puedo concluir, por ejemplo, que:
Como dije, este proceso requiere de una verdadera voluntad de perdonar. No se trata de tener la razón, de reafirmar mis juicios y opiniones o de reforzar la historia que me cuento. Hay que activamente abrirse a otras explicaciones de lo sucedido.
Tampoco se trata de romperme la cabeza entendiendo cuál es la otra posible explicación. Por cierto, puede que no la descubra nunca, y aún así decido confiar en que hay mucho más que no estoy pudiendo ver o no estoy comprendiendo por la razón que sea. Y decido ser compasiva conmigo y con los demás involucrados.
Cuando yo perdono, rompo las cadenas que me atan a quien juzgo culpable:
TE PERDONO.
Juzgo que lo que tú hiciste me causó daño injustamente y es totalmente legítimo haber sentido rabia, tristeza, etc. y hoy, así no esté de acuerdo con lo que pasó y no lo apruebe, ACEPTO en paz que pasó y que ya no lo podemos cambiar.
TE PERDONO.
Y me comprometo a que a partir de ahora no usaré lo que pasó entre los dos en contra tuya.
TE PERDONO.
Y pongo término a todas las conversaciones privadas y públicas de quejas en que he estado atrapada, provocándome un sufrimiento adicional a la situación original.
TE PERDONO.
Y me libero del resentimiento que me han generado los recuerdos de esa situación.
TE PERDONO.
Y se termina mi posición de víctima.
TE PERDONO.
Y me hago cargo de mí misma, porque soy la responsable de mi bienestar.
TE PERDONO.
Y decido regenerar el espacio de confianza que hace posible mantener esta relación.
O TE PERDONO.
y doy término a la relación sin guardar resentimientos.
TE PERDONO.
Y con esto termina todo lo que provocó aquella situación.
HOY DECIDO LIBERARME.
3. Pedir perdón
Gastamos mucho tiempo y energía evitando pedir perdón. Damos explicaciones complejas de por qué no era posible cumplir lo que habíamos prometido, argumentando que en realidad “no era nuestra responsabilidad sino la de otros” o “que en el fondo, el daño producido fue otro”.
A veces nuestra incapacidad de pedir perdón nos hace sentir en constante deuda con aquellos a quienes perjudicamos y/o nos lleva a evitar esas relaciones por vergüenza o culpa.
Pedir perdón es un acto independiente de la persona perjudicada, pues es el acto que corresponde a nuestra responsabilidad.
Cuándo pedimos perdón estamos cuidando o intentando restaurar la confianza que hay en la relación. Sin embargo, según la falta, pedir perdón puede no ser suficiente y tendremos que hacernos cargo de reparar los daños justos (ni más, ni menos).
Pedir perdón nos libera en gran parte de la vergüenza y la culpa, pero a veces hace falta también perdonarnos a nosotros mismos:
4. PedirNOS perdón
Para muchas personas la mayor dificultad, en relación con el perdón, tiene que ver con perdonarse a sí mismas.
A veces pensamos que somos de una determinada manera y que ésta es permanente: "no cambiamos". Por lo tanto creemos que el daño que hicimos en el pasado habla de cómo somos en el presente y eso nos lleva a llenarnos de culpa por el resto de nuestras vidas.
Cuando pensamos así, no nos permitimos reconocer que en el pasado actuamos desde condiciones diferentes a las de ahora.
Haber hecho lo que hicimos en ese entonces y recriminarnos por eso y por las consecuencias, de por sí, ya nos muestra transformación.
La persona que se recrimina hoy suele ser una muy diferente de la que cometió la falta en el pasado. Tú has evolucionado, has aprendido.
ME PERDONO,
por las faltas cometidas conmigo misma y/o con otros.
ME PERDONO,
y tengo compasión conmigo y con mi proceso. Agradezco mis aprendizajes y reconozco mi transformación.
ME PERDONO,
y termino con las conversaciones de recriminación personal, atadas a un pasado que ya no puedo cambiar y que me produce sufrimiento en el presente.
ME PERDONO,
y me libero de la culpa, el arrepentimiento y la vergüenza.
HOY DECIDO LIBERARME.
5. Una razón para no perdonar
Cuando reflexionamos a profundidad sobre el perdón, nos damos cuenta de que perdonar es ponernos en una posición superior a la del otro. Negando o accediendo al perdón. Es como decir: yo nunca me equivocaría así, y como soy superior a ti por ese motivo, entonces ya veré si mereces mi perdón o te lo negaré para castigarte.
¿Quién nos creemos para conceder el permiso al otro de sentirse culpable o libre?
Entonces, ¿qué hacemos?, ¿no perdonamos?
Para mí más que perdonar, lo que debemos hacer es aceptar que todos estamos en procesos de aprendizajes distintos, todos comentemos errores en el proceso, todos podemos malinterpretar un acto o herir a otro. Por lo tanto realmente no hay nada que perdonar. Y desde ahí puedo aceptar lo que sucede, independientemente de si el otro me pide perdón o de si entiendo su postura o sus actos.
Y todo esto no cierra la posibilidad de que también decidamos poner un límite con el otro o tengamos una conversación de reclamo.
Te dejo los enlaces al episodio de la serie 5 razones:
5 razones para perdonar, o ¿no?
¡Cuéntame en los comentarios qué te pasa con el perdón!