Cuando emprendemos soñamos con una mejor vida:
conexión con el propósito, transformación, impacto, más amor, tiempo, libertad, pero...

Para alcanzar tu sueño, necesitas reconocerte
capaz, suficiente, valiosa y merecedora.

  • Saberlo - en tu mente.
  • Sentirlo - en tu corazón.
  • Habitarlo - en tu cuerpo.

Imagínate a una niña jugando en su cuarto...
Una niña con muchos sueños.
Sueños de tener un superpoder.
Sueños de ser grande.
Sueños de estudiar esto o lo otro.

Pero ahora, céntrate en un solo sueño:
El sueño de cambiar al mundo.

Ese sueño con el que muchas veces empezamos la universidad,
pero luego llega la vida y te dice:
"bienvenida a la realidad."

Y guardamos el sueño.
Olvidamos el sueño. 

La buena noticia es que si estás aquí, leyendo esto, es
porque 

  1. o te acordaste del sueño y estás intentando reavivarlo o redefinirlo.
  2. o ya estás en el camino caótico de cumplirlo y tienes inquietudes.

En cualquiera de los dos casos, ya diría yo que eres VISIONARIA.
Porque te animas a creer que se puede crear un mundo mejor.

De hecho, iría más lejos.
Eres capaz de imaginar cómo sería ese mundo mejor.
Con menos o más claridad.

La verdad es que no creo que nadie con verdadera vocación de servicio trabaje por resignación.

Yo elijo creer que lo hacemos,
porque queremos impactar
y lograr que este mundo se parezca 
un poco más al de ese sueño,
antes de que nos vayamos.

Pero volvamos a la niña.
Esa pequeña niña que juega.
Que es especial solo por ser así,
como es.

Nadie pondría en duda su valía,
porque sabemos que vale todo,
que vale mucho.
Como solo puede valer ella.
Como vale cada niña pequeña.
Curiosa, soñadora, cándida.

Pero la niña crece,
escucha sin filtros,
se adecúa a través de lo que escucha,
y de tanto repetirse sin querer su “deber ser“,
empieza a dudar de su valor.

Desconfía.

Y cree que vale por sus buenas notas.
Por ser buena hija.
Por hacer más.
Por trabajar más.
Por ser la mejor.

Y se pierde.

Se pierde en las expectativas ajenas.
En las necesidades de otros.
En las heridas de los otros
y en sus propias heridas.

Pero para quienes leemos esto,
sabemos que la niña no perdió su valor.
Porque nunca lo perderá.
Por mucho que lo rechace,
por mucho que no lo vea.

Y aquí viene la complicación.

La niña que ahora adulta duda de su valor,
tenía un sueño.
Una visión de un mundo mejor.
Y ese sueño se va diluyendo,
se va quedando en el olvido,
como un deseo lejano,
como un anhelo perdido.

Y el sueño que antes generaba entusiasmo,
se vuelve nostalgia,
se vuelve reclamo.
“Si no fuera por esto, lo intentaría”

Esto siendo un sin fin de miedos,
al qué dirán,
a incomodar,
a no dar la talla,
a fracasar,
a comprometerse.

Sea como sea,
lo intente o no lo intente,
la única certeza es que esa niña
es y siempre será VALIOSA.
Porque nunca perdió su valor.
Porque el valor se es por ser, no por hacer.

Somos muchas las mujeres valiosas y visionarias.
MUCHAS.
Algunas escondemos nuestro valor.
Otras callamos nuestra visión.
Pero ni escondernos, ni callarnos
nos quita lo valiosas y lo visionarias.

Lo bueno es que sé que tú no te callas,
y no te escondes.
O bueno, no tanto.
Tal vez solo un poco.
O a medias.

Porque aunque esta es mi historia, y tal vez la tuya,
hemos logrado crear una nueva narrativa.
La narrativa que nos trae recordar ese sueño,
y por sobre todo,
la narrativa que nos permite
el ir recuperando la confianza en nuestro valor

Para mí es la narrativa de la VALENTÍA.
La valentía de tener miedo y movernos con él,
haciéndolo parte.

La valentía de sabernos dignas,
para traer la rabia que nos moviliza,
y la ternura que nos arrulla y nos cuida.

La valentía de vernos imperfectas
y acogernos, aceptarnos
y ser vulnerables.

Y es que la valentía toma muchas formas y versiones.

En mi caso,
la valentía de irme lejos para encontrarme,
y la de volver por intuición y emoción,
en contra de las razones.

La valentía de decir no, NO quiero. Me incomoda.
Y la de sí, si quiero y me arriesgo.

Incluso valentías más complejas,
como la valentía para decidir aferrarme a la rabia
para encontrar la fuerza que no tenía
y ponerle límites a quien quise mucho,
pero me hacía daño.

Que es la misma valentía
que necesité para soltar esa rabia
y aceptar la parte de la responsabilidad que me correspondía,
para poder perdonar, perdonarme
y estar en paz con esa historia.

Y en el ejercicio de esa valentía,
re-conocer por fin mi valor
y saber irme de donde no se valora.

Reconocer mi valor,
y recargarme de valentía
para poner mis dones al servicio de ese sueño.

La razón por la que me dedico
a movilizar mujeres emprendedoras
no se explica con una sola historia.

Está compuesta de muchas;
experiencias, dolores, aprendizajes, movimientos y sanación
que suman y hacen parte de lo que hago y lo que entrego.

Tiene de mis abuelas y mi hermana,  
y también de mi madre y mi padre - los de hoy -
y los que me traje cargados desde mi infancia; por supuesto.

Esta es mi historia, y tal vez la tuya.
A mi manera. A tu manera.

Y mi invitación aquí,
es a que pasemos la mayor parte de lo que nos queda de vida
atreviéndonos a ser y a reconocernos

VALIOSAS. VALIENTES. VISIONARIAS.

Así nace Empieza por mí, un espacio para acompañarte a: 

Reconocer tu valía

Desarrollando compasión por tu historia de vida.
Conectar con tu valentía
Enraizando tu esencia para avivar tu liderazgo.
Potenciar tu visión
Fomentando tu conexión interior, escucha e intuición.

Yo decido vivir
desde mi
grandeza.

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